lunes, 6 de julio de 2009

NUEVA DECEPCIÓN GANADERA EN MADRID



Una de las máximas del toreo es el dominio del toro, cabría entonces preguntarse qué sucede cuando no hay toro. No pondremos el listón tan alto, no estamos pidiendo un animal que tome tres varas a ley , que persiga con codicia a los banderilleros y que se coma la muleta. Simplemente pedimos un animal que sea capaz de tenerse en pie, antes y después de ir al caballo, y no se venga abajo a las primeras de cambio.

Pues bien, eso no sucedió hoy en la corrida de Fernando Peña, a priori una novillada para los toreristas visto lo sucedido en la Feria de San Isidro con los hermanos mayores de la ganadería. Desgraciadamente no fue así, los toros de Fernando Peña perdieron el equilibrio una vez tras otra, todo ello pese a la lidia favorable que recibieron para no exhibir sus vergüenzas. Los del banquillo, de Antonio López Gibaja, siguieron el mismo camino. Tan sólo los dos últimos novillos, de Hatoblanco (procedencia Los Guateles), pusieron algo de picante en la aburrida tarde de hoy. Es cierto que no estaban sobraditos de fuerza pero pusieron emoción a la noche venteña. Hasta 10 novillos vimos esta noche en la plaza.

Curiosamente en otras plazas el buen criterio presidencial les lleva por sí solos a devolver los inválidos, ¿qué sucede en Madrid que tras clamorosas peticiones se resisten a hacerlo? ¿Dónde están los veterinarios y qué tipo de responsabilidad tienen, al igual que Florito, con respecto a lo que sale por chiqueros? ¿La Comunidad vela por el interés del aficionado o, como nos tememos, está mirando para otro lado?

El moranco César Cadaval no parece que haya acertado en el apoderamiento de Pérez Valcarce, un poco talludito para estos menesteres. Lidió en primer lugar a un sobrero de Antonio López que debió ser devuelto al igual que su antecesor por caídas repetidas. Valcarce no le bajó la mano en un solo momento y estuvo siempre fuera de cacho y conduciendo la embestida hacia fuera. Más de lo mismo en el cuarto de Fernando Peña a lo que cabría añadir la mala ejecución de la suerte suprema.

Muy acelerado hemos visto a Juan Carlos Cabello, otro novillero que se apunta al triunfo fácil y que, con o sin palmas, sale a saludar porque pensará que es un acto de cortesía. Muy acelerado, destemplado y con muchos enganchones se saldó la faena al de Fernando Peña. El quinto, sobrero de Hato Blanco, no fue fijado, llegó suelto a los caballos, a las banderillas y , por consiguiente, al último tercio. El novillo, gazapón por momentos, tomó la muleta con cierta codicia pero con una embestida descompuesta al que había que templar, cosa que sólo consiguió al final de la faena. Por el pitón izquierdo se vió ampliamente superado en la primera tanda y a mitad de la segunda cedió los papeles al novillo.

Lo mejor de la tarde vino de manos de José Miguel Navarro, un torero con aplomo que no se descompone delante del toro, como contrapartida decir que no vimos la contrapartida artística por ningún lado, fundamentalmente debido al encimismo mostrado con ambos toros. Debió dar más distancia fundamentalmente al sexto, sobrero de Hato Blanco, su encimismo hizo que el toro protestara más de lo debido aunque el madrileño no se descompuso excepto por el pitón izquierdo, donde fue superado por el novillo. Mató de clamoroso bajonazo y posterior descabello y los seguidores le hicieron dar la vuelta al ruedo. Cabe destacar como subalterno a David Adalid, quien se desmonteró en el tercero de la tarde, bien ejecutados aunque un poco pasados, y también por la brega al sexto. Tampoco desentonó Luis Miguel Collado.
J.Carlos

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