lunes, 14 de diciembre de 2009

TESTIMONIO DE UN SUEÑO



" SEÑORES, DEJENME TOREAR"


Impresionantes y sentidas las declaraciones realizadas por un niño de 10 años al diario ABC mostrando sus ganas de ser torero y el miedo porque todo acabe aqui. Un reportaje de Rosario Perez para este periodico que deja sin palabras a cualquiera.

A continuación les mostramos dicho reportaje:

En un campo de fútbol de Hospitalet de Llobregat, el benjamín, Miguel Ángel Martínez, de diez años, no entiende que una ley le prohíba la entrada a la plaza. «¿Por qué los políticos no me dejan ir a los toros hasta que no cumpla los catorce? Yo quiero ser torero»

Cada año, por Navidad, pide a los Reyes capotes y muletas. Es el benjamín de la escuela barcelonesa. Su nombre: Miguel Ángel. Sólo tiene diez años y desde la cuna soñaba con toros. En un polideportivo de Hospitalet de Llobregat se entrena para ser torero. Todos los martes y jueves, a la lorquiana hora de las cinco, llueva o luzca el sol, acude al recinto. En medio de porterías y de una polvorienta arena, practica el toreo de salón. Los gritos de gol se funden con los olés. Esta escuela taurina es la cenicienta de España.

Miguel Ángel Martínez viaja dos veces en semana desde San Andrés de la Barca hasta Hospitalet junto a sus padres. Su madre, sabedora de todos los peligros de esta profesión, observa con temor a su hijo. Pero el pequeño, que ha heredado la afición de un tío novillero, no siente miedo, sólo «unas ganas locas por ser torero». Su melena dorada recuerda al viejo Cordobés, aunque su ídolo es El Cid. «Vive en Salteras y me parece el más grande». Conoce su trayectoria mejor que las materias que le imparten en el colegio. Dice que lo más aburrido son «las naturales». Lo divertido: plástica. El novel con nombre de escultor se siente artista. Sus ojos de pícaro nos delatan que en clase sólo piensa en el toro: «Casi todo el rato». Y reconoce que le encantaría ser una figura de tirón, «aunque algunos compañeros del cole se sorprenden cuando se enteran».
Antes del toreo práctico, su profesor Enrique Molina le recomienda dar dos vueltas al campo de fútbol y algunos estiramientos. Sin dar tregua al respiro, toma los trastos. Las verónicas que dibuja y su manera de plantar la muleta presagian el nacimiento de una futura estrella. Presta máxima atención a las lecciones taurómacas con una afición sin mácula. Y eso que aún no ha podido ver toros en su tierra por la ley que veda la entrada a los menores de catorce años. Con pilla sonrisa confiesa que le gustaría colarse. «Ponga en su periódico que quiero que me dejen entrar», espeta con desparpajo y tristeza a la par.

La joven promesa ha oído hablar de la posibilidad de que prohíban las corridas, pero su inocencia trae un halo de esperanza. «¿No serán capaces, verdad? Por favor, que los señores políticos no lo prohíban. Yo quiero torear en Barcelona.

Hacer el paseíllo en la Monumental es la aspiración de la docena de chavales que se cita en la escuela. Nada tiene que ver con aquella fundada por Pedrucho, que congregaba a más de cien chicos que portaban un dorsal para ser reconocidos. Es casi un milagro el ritual al que asisten estos jóvenes catalanes, entre los que hay estudiantes y trabajadores. «Que no dejen ir a los niños a la plaza supone un frenazo en seco a la afición. Éstos tienen mucho mérito», subrayan sus maestros. Su valía se acrecienta ante las escasas posibilidades de una «universidad taurina» sin subvenciones. Venden lotería de Navidad para recaudar fondos y nadie les regala un pitón: «Si queremos torear una vaca tenemos que pagarla nosotros y, para colmo, en esta tierra apenas existen fincas para hacer tentaderos», cuentan los alumnos.

El más aventajado de la Escuela se llama Jonathan Dublino. Admirador de José Tomás y José María Manzanares, acaba de ganarse un puesto en el centro de alto rendimiento de Guadalajara: «Es la oportunidad de mi vida y, si la sé aprovechar, me haré figura; si no, a seguir en mi trabajo de descargar camiones». Se indigna ante el debate de sí o no a los toros: «Es muy injusto que nos priven de la libertad de ir a nuestra plaza y de torear. Si lo prohíben, es como si quitan un cacho de la Giralda a Sevilla. No hay derecho».


¿Pondrán cadenas en el «Parlament» a un mismo sueño?

ROSARIO PÉREZ

1 comentario:

Anónimo dijo...

IMPRESIONANTE
SIN PALABRAS
LIBERTAD!!!!!! YAAAAAAAAAAA