Foto: Del gran JUAN PELEGRÍN
Mitad peligrosa, mitad sosa la novillada de
Aguadulce. Toda ella descastada. Vuelta al ruedo para Gerpe, los detalles más
toreros de la tarde.
Madrid.
Plaza de toros de Las Ventas.
21 de junio
de 2015.
Novillos de
Aguadulce (1º y 3º) y José María Aristráin de la Cruz para:
- Luis Gerpe: silencio tras aviso y vuelta tras aviso.
- Tomás Angulo: silencio y silencio tras aviso.
- Lilian Ferrani: silencio en ambos.
Entrada: un cuarto.
Los novillos lidiados en la tarde:
·
Primero. “Abanderado” Nº
64, colorado de 474 kilos. (Silencio)
Bien presentado, armado y
de geniuda embestida. Flojo y a la defensiva.
·
Segundo. “Coronel II” Nº
10, Negro salpicado (Pitos)
Serio por delante y
escurrido de carnes. Peligroso por el izquierdo. Mucho genio en el último
tercio.
·
Tercero. “Escandaloso” Nº
66, Negro bragado meano de 471 kilos (Pitos)
Corto de cuello, de fea
lámina y peligrosa condición. Buscó por el derecho y se dejó por el izquierdo,
siempre midiendo y sabiendo lo que dejaba.
·
Cuarto. “Cañego” Nº 1,
Negro listón brago meano de 439 kilos (Silencio)
Manso, noble y con corto
recorrido. Bajo de casta.
·
Quinto. “Vagoneta” Nº 8,
Negro bragado meano de 488 kilos (Silencio)
Manso y descastado. Acabó
parado y sin decir absolutamente nada.
·
Sexto. “Carpetita” Nº 14,
Castaño de 485 kilos (Silencio)
Feo, ofensivo de cara y
descastado. Se dejó por ambas manos con nobleza.
No fue el debut más deseado para un ganadero, sin
lugar a dudas. Desigual y feota de presencia, con más genio que bravura, y con dificultades
propias de la falta de casta, que ninguno ha sabido o podido sacar. Una
novillada áspera, nada fácil por sus continuos cambios de ritmo y constantes
defensas a mitad de muletazo. Tan pronto se abrían y cogían el vuelo por bajo
como se te paraban y derrotaban a la altura del pecho. Esas condiciones la
desarrollaron los tres primeros, que de dulces tuvieron poco. Más noble y
participativa, como acostumbran a decir ahora estos del nuevo ciclo, fue la
segunda mitad, con más sosería que nobleza, pero sin las malas intenciones de
sus tres primeros hermanos.
Abrió el cartel el joven y a la vez veterano Luis Gerpe, que si mal no recuerdo
lleva ya unas once tardes en Madrid, cuatro temporadas con los jacos, y volvió
a apuntar pero no disparar, en parte por el nulo juego de sus dos oponentes. El
oficio lo demostró con el flojo primero, que más que acometer se encargó de
defenderse y buscar los muslos del toledano, que tiró de años para solventar la
papeleta. Es cierto y volvemos a repetir que el toreo por bajo, macheteado y
sobre las piernas debería volver ante estos moruchos, pero las modas parecen
mantenerlo en el olvido. La estocada arriba y por derecho fue sin duda lo mejor
de su actuación.
Daría una vuelta al ruedo tras una ligerísima petición
(por mucho que algunos portales la transformaran en mayoritaria) en el cuarto
de la tarde, el menos malhechor del encierro. Noble, de corto recorrido, pero
con la mínima codicia como para seguir el trapo por derecho y sin miramientos
extraños. Bonito el empiece, sacándose al burel por trincherazos, con un
soberbio acople y acompañamiento. Quiso repetir el planteamiento que le valió
la oreja en la pasada temporada, desmayando la figura, y metiendo los riñones,
conocedor del gusto de Madrid, pero el torete no aguantó dos derechazos
seguidos por bajo. Llegaron entonces los muletazos de uno en uno, algo
perfilero, pero como ya decimos erguido y desmayado, sin los retorcimientos que
acostumbran. Algún muletazo suelto, pero sin la consistencia necesaria para
tocar pelo, ni por asomo. La estocada fue baja, y los pocos pañuelos
festivaleros asomaron en los cimientos de las Ventas, que nivela cada tarde más
bajo.
Tomás Angulo regresaba a la capital
tras su vuelta al ruedo inventada antes de San Isidro, que no se nos olvida
fácilmente. Disposición tuvo, y ganas de gustar también, pero el lote no dio
para más. Peligroso a rabiar su primero, con un imposible pitón izquierdo que por
poco le causa un disgusto. Estocada muy buena para lograr sacar las palmas
unánimes de la afición. Su segundo sería el más parado y descastado del
encierro, sin entrega ni pujanza en sus arrancadas. Tiraría de arrimón para
salvar la tarde, que no quedará en el recuerdo.
Y cerraría la tarde el francés Ferrani, quien se libró de milagro de
la cornada del tercero, un feo y orientado animal de Aguadulce, de feas
hechuras y malas ideas, que puso en serios aprietos al debutante francés. La
cogida aparentemente no tuvo mayores consecuencias y con valor y casta logró
sacar naturales largos y lineales por el mejor pitón del toro.
Más perdido estuvo con el castaño que cerró plaza,
con una lidia más que preocupante y un sitio que no acabó de encontrar en la
cara del toro. Muleta siempre en señal de defensa, al hilo del pitón y sin
embarcar templado la embestida del astifino de Aristráin. Falló con los aceros
y escucho el silencio sepulcral de unas Ventas resputuosa y paciente con los
tres chavales.
A destacar la bochornosa actuación del presidente
Justo Polo, que saltó a la torera el reglamento cambiando el tercio con tres
banderillas en los lomos, causando el enfado de las poquísimas personas
aficionadas que estábamos hoy en la plaza de Madrid, inundada de nuevo por los
guiris y turistas que se apropian de los tendidos calurosos y vacios de la
monumental.
Desde aquí pedimos la vuelta de las nocturnas, la
aparición de novilleros rodados y punteros, y la presencia de ganaderías de renombre.
Los inventos para las plazas de tercera.
Taurodelta, escuchen a la afición y déjense de
cuentas.
Un saludo
Borja González
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