Final
del certamen de novilladas de Las Ventas.
Novillos
de Garcigrande y Domingo Hernandez y un sobrero de Yerbabuena (1ºbis) para los
diestros:
·
Juan
Leal: silencio en ambos.
·
Juan
Ortega: saludos con protestas y silencio.
·
Juan
Viriato: silencio en ambos.
Nota:
El premio quedó desierto.
Que
un concurso de novilleros en las mismísimas Ventas, con un ganado facilón, casi
dos tercios de entrada, televisión y hasta 12 participantes quede desierto por
falta de contenido es muy pero que muy preocupante.
Es
más, diría que esta tarde es una alerta roja y una llamada de atención a lo que
poco a poco esta desembocando esta fiesta: a la ruina.
Desastroso
y fiel reflejo del ganado bravo español fue la novillada de los que se hacen
llamar “ganaderos” herrando con el nombre de “Garcigrande”. Sin duda una de las
vacadas odiadas por el sector más ortodoxo, serio y exigente de este mundo, llámenlo
“toristas” o directamente defensores del toro integro, bravo y encastado. Ese
mínimo porcentaje que duramente es criticado día a día simplemente por defender
lo que creen justo y equitativo.
Fueron
seis novillos flojos, desiguales de hechuras, cabezas y capas, de condición
borreguil y descastada. Salvando el segundo, el cual rompió en la muleta con
clase y humillación, siempre con la falta de fuerzas, pero dando el triunfo en
la mano a un Juan Ortega que no se encontró en la tarde de ayer.
En
cuanto a los “juanes” poco podemos decir.
La verdad que si estos son los más destacados del segundo escalafón mal
vamos.
Juan
Leal, el francés, demostró valentía, quietud, oficio si me apuran, pero un
encimismo y un concepto del toreo que deja bastante que desear. Nos gustó más
en la ronda clasificatoria. Con su primero, un sobrero de Yerbabuena, anduvo
soso, frio, sin querer llegar a los tendidos y algo pesado tras una faena que
nunca cogió vuelos. Con el cuarto, un animal parado, avacado, geniudo y manso
nos dejó la peor imagen que puede dar un novillero. Monotonía, encimismo, poco
o nulo toreo y muchas cercanías para llegar al publico oportuno. Aun asi los
portales le ponen bastante bien. ¿Qué verían?
Ortega,
el español, dejó los mejores momentos con el capote. Verónicas muy bien
acompañadas, templadas y limpias en el recibimiento al segundo de la tarde. Un
animal que blandeó en los inicios, que empujó por momentos al caballo y que
llegó a la muleta con un ritmo muy torero, deslizándose por bajo aunque por
momentos parándose , ¿le costaría respirar? No me extrañaría viendo el fondo de
esta ganadería. La faena fue muy irregular, menos encajada aunque ligada por el
derecho, siempre desde la pala, y de uno en uno al natural, con más
despaciosidad, y toreando con los vuelos de la franela. Es cierto que siempre
lo cogió desde fuera, pero luego se lo metía bien y abajo. Lo mejor de la
muleta fueron los pases de pecho, largos y encajados. Falló lo que hubiera sido
una petición de oreja tras un sainete horrendo con el descabello. Antes habría
dejado un pinchazo y una entera desprendida.
Con
el quinto no vimos absolutamente nada. Ganas, maneras, postureo, pero sin
novillo delante poco se podía hacer.
Viriato
sin duda fue el más verde de los tres. Le tocó en primer lugar un novillo
deslucido y manso que le llevó donde quiso, a su zona, a chiqueros. Alli se
sucedieron mantazos y mantazos, enganchados unos, destartalados otros… un
desastre vaya. Para rematar dicho “show” dejaría dos sartenazos que causarían
los pitos del público.
El
sexto fue un mulo castaño, de condición extraña cuanto menos, que se dejó en
varas, donde recibió dos buenas varas a cargo de Luis Manuel Viloria. Tuvo
muchos pies en banderillas, apretando y poniendo en apuros a la cuadrilla,
aunque destacara un buen par reunido de Francisco Javier Moreda, que se vio en
la obligación de desmonterarse. Hasta aquí llegó la alegría con el toro. Le dio
distancias y quiso ligar pero el animal era nulo para todo. Tan pronto metía la
cara y embestía, como que pasaba andando, mirando hacia otros lados…una falta
de casta brutal!
Y
asi acabó esta ruina de tarde, con la ovación de los asistentes al saber que
ninguno de estos novilleros había ganado ese puesto en otoño. (Menos mal)
Y
no vimos quites, no vimos novedades, no vimos frescura…
¿Qué
está pasando?
Un
saludo
Borja
González