Zaragoza. 4ª de feria. Casi lleno.
Toros de Nuñez del Cuvillo para:
- El Fandi: ovacion en ambos.
- Jose Maria Manzanares: oreja y silencio tras aviso.
- Alejandro Talavante: oreja y ovación tras petición.Llevamos cuatro días intensos en Zaragoza. Un jueves con una novillada algo apagada, un viernes marcado por la desgracia de Juan Jose Padilla, un sábado interesante protagonizado por los de Bañuelos y por el gran David Mora, a más dia a dia, y hoy nos encontramos de nuevo con la monotonía de la fiesta actual.
De nuevo golpetazo del simulacro. Corrida sin toros, o casi sin ellos, faenas que dicen de rabo con animalejos bobos o perrunos, donde no existe el mando ni el peligro, la bravura ni la casta, simplemente una nobleza artificial buscada insistentemente por los ganaderos “modernos” (véase: Alvarito Nuñez)
Faena de Talavante que escandalizó al personal, en la que pudimos ver todas las facetas del extremeño. No era para menos, el toreo de salón parecía más complicado. Le hizo lo que quiso, por delante, por detrás, metiendo pico, con el brazo en escayola, cambios de manos, derechazos ventajistas, muletazos descargados, y por fin algo decente, una soberbia tanda al natural, desmayado, al ralentí (no por el temple sino por la velocidad tortuga que llevaba el espárrago), y Caballero como loco gritando en los micrófonos. Estética pero... ¿Donde estaba el toro?
No tenía ganas de hacer ni crónica pero os dejo la de un amigo del foro, en la que coincido plenamente:
Toros de Cuvillo, de distintas hechuras y comportamientos, con el denominador común de la mansedumbre y la tontuna. Anovillado de cara el geniudo 1º; bien puesto y hecho el rajado 2º, encastado lo poco que duró; espectacular el noble y boyante 3º, jabonero clásico de esta casa; un tío el variable 4º que pasó de la brava pelea en varas a acortar el viaje cada vez más en la muleta y a rajarse descaradamente; absolutamente impresentable el 5º, un retaco inválido; y cambiante, dentro de su mansedumbre y falta de casta, el feucho toro de la jota.
Abrió plaza un Jergoso (reata juampedrera donde las haiga) bien criado pero bizco, acapachado, pobre y lavadito de cara. No lo picó nada Fandila, por traer la faena hecha de casa y por aquello de "carrera que el galgo no da, en el cuerpo la lleva" y que se pensaba que iba a necesitar luego el toro... éste no fue el caso. Se vino arriba el castañito que no hizo honor a su estirpe. El Fandi, entre ponte bien y estate quieto, se hizo la picha un lío en la carita del Jergoso, que no tuvo más remedio que cogerle, para disgusto de su amo. No tardó en disculparse, como buen papá que arregla los desaguisados de los hijos díscolos, aunque eso de llamar cabrón a un toro tuyo, no es de buenos aficionados.
El segundo tenía su guasita, pero no por nada, sino por la cara de ganso que tenía. Manseó de principio a fin, todo ello acompañado de un movimiento acompasado del cuerpo que, en otros contextos, hubiéramos llamado descoordinación, pero se conoce que en El Grullo se llama jarte o estilo en la embestida, porque se suele ver bastante en los animalitos multicolores que salen del Disneyland español. Como el gas lo tenía más que justito, a pesar del simulacro de suerte de varas (Chocolate no reparte más que dulzura con la puya, supongo que de ahí viene el mote), se le atemperó el baile de San Vito, que cambió por un escarbar continuo, y le metió mano Manzanares en los medios, a los que se fue directo y sin probaturas, estando sobre aviso como estaba (algo bueno tiene que tener matar la camada cuvillesca enterita) de la cobardía del morito. Bien en los terrenos de la faena, pero mal en la estocada, que se empeñó en ejecutar recibiendo dando espaldas a toriles. El toro se negó y lo pasaportó en sus terrenos y con hemorragia incluida. Pelúa para el Adonis alicantino.
Jabonerito claro era el 3º, Esparraguero de nombre y de capa. Una pintura de animal que lucía esa mezcla tan juampedril de pelo de toro bravo y comportamiento de caniche. Por varas pasó como yo por el análisis del centro de salud: dos rasguños, 0.10 litros menos de sangre y cara de ¿ya está? pues no es pa tanto. Como no podía ser menos en su estirpe, sacó embestida uniforme, comercial, noble hasta el aburrimiento, punto de transmisión (dizque casta) y tontuna exagerada. Como no había nada que torear porque torear es dominar, Talavante no toreó, sino que se puso a hacer en cada momento lo que Dios le dio a entender, sin orden ni concierto, con variedad en la ejecución y estética lograda por momentos, con la inspiración y el relajo propios del que no tiene nada que temer. Arte por el arte, belleza por la belleza. Nada por la nada. Todo fachada, vacío de contenido, porque el contenido lo llena el toro y hoy no había toros por ningún sitio. En el único momento en el que Alejandro se tuvo que acordar de la condición del toro fue a la hora de matar y, se conoce, que no lo hizo muy bien porque dudó, le tiró la muleta para recibir y ejecutó un volapié que avergonzaría al pobre Costillares. El resumen peludo: oreja por la belleza de la faena que no se puede discutir. Ovación al Esparraguero y petición de vuelta por el propio ganadero que luego justificó porque el animalillo había salido al padre, que se llamaba Malpagador, y fue "mu güeno, mu güeno y con mucha clase". Vamos, por aquello que decía un amigo del pueblo: "yo me llamo Javier porque mi abuelo se llamaba Escolástico". Para esto, casi mejor que hubiera salido al tatara-tatara-tatarabuelo y se hubiera acordado algo de lo poco veragüeño que llevaba en las venas. Hablando en plata: gesto feo, de mal aficionado.
El 4º era un tío fuera del tipo de su ganadería porque garlopos de este calibre no suelen salir (ni quiere Núñez Benjumea que salgan) de los prados de El Grullo. Serio, bien hecho, cuajado y, lo más raro, con expresión de edad. Agestado, que diría un castizo. Buena pelea en varas, empujando de fijo, aunque con un solo pitón, pero con arrancada alegre, codiciosa y bonita en la segunda. Muy venido arriba en banderillas, lo que permitió un atlético espectáculo de Fandila que, mermado además por la paliza del malíssssssimo Jergoso, sabía que sólo iba a estar a la altura del toro en poderío físico. Es curioso que sólo se le notase en la pañosa. Así fue, en efecto. 60 pases, 60, fueron los que aguantó el toro, hasta que se debió hartar de regalar encastadas embestidas para recibir a cambio nada más que banderazos y más banderazos. Lo dicho, a pesar del pundonor que le puso Fandila, o gracias a él, el toro terminó hasta los aparejos y se rajó. Pitos para uno y división para el otro. Esta faena no le debió gustar tanto al ganadero porque no gritó como un descosido ni lanzó ningún jersey buscando protagonismo.
Debió verle las orejas al lobo, Álvaro Núñez, porque se estuvo más tranquilito el resto de la tarde. Sabia prudencia… o conocimiento de causa. Digo esto porque, justo después de haber salido un señor toro, salió otro más en el tipo de la casa… que suele ser el del enano que se tapa por la cara. Farfonillito se llamaba el retaco, que parecía el hijo del anterior. Nadie protestó, sin embargo, la vergonzosa presentación y la lastimosa presencia del cuvillito, aunque había un runrún en la plaza que algo tendría que ver con esto. Hasta Manuel Caballero se tiró media hora diciendo que era muy bajo, muy bajo el toro; vamos, que un poco más bajo y es un ciempiés. Pero protestar nunca, que eso está reservado para los brutos del Siete. Debía suponer también el ganadero la justeza de fuerzas que iba a padecer la ratita, porque tampoco se le vio en la retransmisión del Plus. Pero no. En las imágenes sólo pudimos ver las repetidas claudicaciones y deshonras a la raza de lidia de las que fue protagonista el pobre Farfonillito. El toro no fue para arriba, sino para abajo, justo hasta el suelo, que fue donde terminó después de que Manzanares se rindiera a la evidencia y optara por despenar aquella lástima de animal… cosa que consiguió con más pena que gloria, la verdad. Papelón con la espada, cosa rara en él.
Ya con la tarde claramente a la contra, salió el 6º, que era, en teoría, el toro en que más confianza tenía el ganadero. Al menos eso dijo Caballero, que se mueve por las Altas Esferas del taurinaje. No tengo constancia de que luego lo desmintiera el ínclito criador de toros no aptos para ser picados, pero no me extrañaría nada. Yo no me meto en gustos personales, que para eso a cada uno nos hizo Dios como mejor pudo, o supo; pero las preferencias debían responder a la calidad de los progenitores del morito (y de eso el ganadero sabe más que nadie) y no a la presencia externa, porque el burel era ciertamente feo por delante: sin cara, anovilladito, sin expresión y con dos platanitos encima de las orejas. La verdad es que sobre reatas nunca se sabe y "el toro y el melón, como salen, son", pero suele suceder que la cara es el espejo del alma y éste fue el caso. Manso de salida, parado, sin fuerza y sin querer pasar. Otra vez se pudo comprobar el lamentable estado de la afición que protestó la condición del toro, pidiendo la salida del pañuelo verde ahora cuando no lo habían hecho con el anterior inválido. Como dijo, ahora sí acertadamente, Molés y Cía, la mansedumbre no es un defecto. En el fondo todos sabíamos lo que iba a suceder y que las protestas de la parroquia maña no tenían otro fin que conseguir que saliera un toro lo suficientemente toreable, es decir, tonto y sin frenos, para que Talavante la volviera a engatusar con su estética torera indiscutible. Pues no. Tal y como se temía la afición zaragozana, el toro no iba a ser apto para el triunfo porque, a pesar de ser Talavante un diestro experto en sacar faenas a bueyes de tiro a poco que se dejen (último ejemplo, Madrid, frente a un cobardica de Parladé), no se vio nada de la belleza de la anterior faena y que Talavante posee por arrobas. Lo que sí se pudo comprobar es la falta de conocimientos técnicos y de recursos de la que adolece: por toda la plaza anduvo a vueltas con el toro, corriendo detrás de él, para sacarle muletazos largos en los que mandaba menos que yo sobre mi suegra, limitándose a ponérsela delante y que el burel la siguiera lo que le viniera en gana; no se puede decir que probara todos los terrenos, sino que fue el toro el que los anduvo todos huyendo del pundonoroso Talavante que terminó harto y haciendo lo que debió hacer desde el principio: A TABLAS. Incluso de allí huyo el animal, que se hubiera echado de buena gana de no pulular por allí el infatigable torero, cuál mosca cojonera. Mató de buena estocada y el palco hizo caso omiso a la petición no mayoritaria del público.
Un saludo (Un aficionado del foro El Albero)
1 comentario:
Los naturales fueron espectáculares pero no hubo oponente alguno. Creo que el primero tuvo más que hacer.
Antonio Diaz.
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