Escrito por Antonio Lorca sobra la tarde de ayer en Vista Alegre.
No se puede tener más razón.
La de ayer es de esas corridas que te producen la sensación de mala conciencia; allá que está el público entregado, extasiado y convencido de que está viviendo un momento histórico mientras a alguno le asalta la duda de que aquello no es más que un mal sueño, que no es posible tanto derroche de aparente felicidad, que el toreo es otra cosa y que los toreros deben ser referentes de heroicidad y categoría, y no vulgares comediantes de una farsa.
Sin duda, esta Feria de Invierno del Palacio de Vistalegre nació con las mejores intenciones, pero ojalá desaparezca pronto porque carece del más elemental sentido que en pleno Madrid, a dos pasos del exigente escenario de las Ventas se produzca una pantomima como la de ayer o la de anteayer.
Si una cumbre del toreo son las dos orejas que ayer cortó Morante de la Puebla; si otra son las otras dos que le concedieron a El Cid, que se pare este tren y que se bajen los escasos aficionados que aún quedan.
¡Qué intrincado es el mundo de los toreros! ¡Quién los convencerá para vestirse de luces en festivales como éste para echar por tierra su prestigio! No se puede presumir de figura y enfrentarse a seis gatitos en pleno Madrid sin que a uno se le caiga la cara de desvergüenza taurina.
Le vino bien la corrida a Núñez del Cuvillo, pues se quitó de encima seis raspas que no pasarían el reconocimiento en cualquier plaza de segunda categoría. Pero Morante, El Cid, Mora... ¡Hombre, por Dios...! ¡Qué pintaban los tres en semejante charlotada! ¿Acaso es un favor al empresario de las Ventas que solicita la ayuda de las figuras para que se muevan las taquillas de la plaza de Carabanchel?
Un saludo
Borja Gonzalez
PD: FUERA TAURODELTA
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