VETERANÍA,
TRIUNFALISMO Y UN MILAGRO
Plaza
de toros de Valdemorillo (Madrid) 1ª de la Feria de San Blas y La Candelaria.
Toros de Monte la Ermita (desiguales de presencia, descastados y nobles en su
totalidad) para los diestros:
·
Manuel
Jesús “El Cid”: oreja y saludos desde el tercio.
·
Antonio
Gaspar “Paulita”: saludos con división y dos orejas con leves protestas.
·
Iván
Fandiño: saludos tras aviso y silencio.
Entrada:
más de dos tercios.
Curro
Robles se desmonteró tras parear al cuarto de la tarde.
Al
finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Pedro
Saavedra.
La triste ausencia de Victor
Barrio protagonizó sin ninguna duda los prolegómenos de esta feria de San Blas
y La Calendaria. Ruth Barrio descubría a eso de las 16:40 el azulejo en memoria
del torero, fallecido el año pasado en la feria de Teruel, entre lágrimas y
recuerdos, y acompañada de familiares y amigos del segoviano, que se juntaban
en una abarrotada puerta grande para rendir homenaje a todo un símbolo de la
tauromaquia actual. Allá donde esté, estoy seguro que sentirá el toreo más que
nunca, y proclamará orgulloso su pasión y afición, porque murió en torero, que
nadie lo olvide.
La plaza registró una fantástica
entrada para la primera de feria, con algo más de dos tercios de aforo, rozando
los tres cuartos si me apuran. Hay ganas de toros, y la sequía taurina invernal
anima a cualquiera a pesar de los altísimos precios de las entradas. Un
disparate señor Entero.
Para la apertura se lidió una
corrida de excesos y defectos de la ganadería de Monte la Ermita, hierro
madrileño afincado a muy pocos kilómetros de Valdemorillo. Encierro serio, con
peso y trapío, a excepción del mal rematado primero, desigualada de caras y con
el común denominador de la falta de casta. Corrida a la que apenas se ha
castigado en varas (excepción del quinto) y la cual se ha dejado en el último
tercio en mayor o menor medida.
El Cid asombraba al desmonterarse
tras romper el paseíllo. Años y años en el mundo del toro y aún no había pisado
el ruedo de Valdemorillo. Curioso que tras ese largo tiempo tuviera la “oportunidad”
de ello. Cortó un apéndice del feo primero, un animal cornidelantero, algo
destartalado de carnes y con muy poco remate de los cuartos traseros. Acusó el
animal falta de fuerzas en los primeros tercios, lo que levantó las protestas
del tendido. Llegó pronto y por derecho a la muleta templada de Manuel, que
corrió lento por derechazos las largas y claras embestidas del animal. Cobró
fuerza la faena al natural, con un punto más de profundidad en los muletazos,
largos y rastreros, y con menos espacio entre toro y torero. Los de pecho,
ligados y rematados en la mismísima hombrera, fueron lo más destacado de la
faena, que comenzó a venirse abajo tras no medir bien los tiempos. Pinchazo,
estocada y oreja al canto.
Al cuarto lo recibimos entre
palmas. Un señor toro, negro en salpicado, enmorrillado y muy entipado. De
muchas plazas de primera. Se vino abajo a medida que avanzó su lidia, usando la
defensa y tornillazo tras los cites del sevillano. Anteriormente, Curro Robles
se vería obligado a saludar tras un meritorio par de banderillas. Gavilán se
fue entre palmas.
Paulita triunfó gracias al tiro
de mulillas. Las cosas como son. Ya es denunciada la manía de estos señores por
(quien sabe si gratuitamente) facilitar el alboroto del respetable y casi
obligar al usía en sacar el pañuelo del triunfalismo, que no del triunfo. Hecho
que sucedió en el quinto de la tarde, el de mayor calidad y casta del encierro,
tras un trasteo derechista del zaragozano, que no acabó de sentenciar el juego.
Puerta Grande amistosa y no mayoritaria, que protestó un pequeño sector de la
plaza tras una estocada algo defectuosa, para que mentir. Y es que no debió
apetecerle mucho a Antonio coger la mano izquierda, o quizá no lo vio claro
tras probar en una serie totalmente descompuesta, curiosamente no por culpa del
toro. Una pena que el poco rigor de la afición premiara un semitrasteo de
aquella manera. Dos orejas.
Amedrentado estuvo con el
incierto segundo, un animal cuajado y alto que no puso las cosas fáciles.
Reservón, manso y dubitativo en los fuertes toques de Paulita, que tampoco puso
mucho empeño en ello. División al saludar.
Fandiño, por su parte, nos brindó
el primer milagro de la temporada. Increíble que ese pitón no calara en la
barriga del vasco, que se tiró como un león en el morrillo del animal. El miedo
se apoderó por segundos de la plaza, que esperó lo peor. Gracias a Dios todo
quedó en un susto, y la ovación tras un nuevo espadazo fue unánime. Este tercer
toro de la tarde no puso las cosas fáciles a Iván, que tampoco acabó de
encontrarse, sin terrenos ni capacidades para su lidia. Lucha por la
vulgaridad.
Con el sexto pudimos ver de nuevo
dudas en el de Orduña, toques bruscos y secos, sin ayuda del cornúpeta, que
quiso medio deslizarse a media altura por el pitón derecho. La gente se dio
cuenta de la poca comunión con el animal y empezó a alarmarse. Frías fueron las
manoletinas e insulso el trasteo. Silenciada labor.
Y con ello concluía la primera de
feria, de cartel veterano y polémica oportunidad, con tres toreros en momentos
bajos, quizá definitivos, pero que pudieron dar más, mucho más. Porque no valió
el temple del Cid, ni el sentido de Paulita, ni las ganas de volver de Fandiño.
Esto necesita más, mucho más, y sabemos que en algún momento nos lo han podido
dar. ¿Volverán?
Un saludo
Borja González.
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